Ese mágico momento en el que descubres que Bruce Willis fue un fantasma durante toda la película
Un post de archivo (2014) solo porque acaba de salir la nueva película de M. Night Shyamalan.
Bienvenidos a una nueva edición de Paiki Weekly, nuestro revitalizado boletín semanal en Substack con reseñas, opiniones y recomendaciones.
En la opinión de Ruys (texto publicado en nuestro blog original en 2014):
M. Night Shyamalan tiene una trayectoria interesante y polémica: ayudó a definir el concepto de spoiler con El sexto sentido hace ya 25 años, y luego de una carrera que prometía ser grandiosa, ha hecho porquerías (como Old o Lady in the Water) por igual que genialidades (como Servant o The Visit). Este post se refiere a su primera cinta y a una experiencia personal que tuve en 2014.
El fin de semana pasado fui a Blockbuster con mi hija, quien ya es una gran aficionada al cine de terror, suspenso, misterio --a la onda paranormal. Le llamó la atención la caja de El sexto sentido (está con las películas de "Catálogo"). Consulté Common Sense Media y las recomendaciones de padres no eran tan alarmantes sobre niños que han visto El sexto sentido. Vaya, mi padre me llevó a ver Alien cuando yo tenía 7 años, así es que me pareció que mi hija de 8 años y medio, podría sobrevivir. La rentamos.
Estaba en inglés, y como mi hija aún lee subtítulos muy lentamente, me dispuse a leerle buena parte de los diálogos. Poco a poco me fue tomando esa sensación que solo puede venir de la memoria de placeres pasados: El sexto sentido es una película increíble —M. Night Shyamalan agotó el 99.9% de su talento ahí, al parecer—, llena de momentos mágicos, momentos que solo suceden en las películas. “Only at the movies”, sí. El primero es aquel en el que Toni Colette (dios santo, qué clase de actriz es esa mujer) está en la cocina con el chamaco, camina hacia la lavadora en un pequeño plano secuencia y, al regresar, encuentra las puertas de la alacena abiertas. GULP.
El segundo, cuando Haley Joel Osment, que en aquel 1999 se convirtió en el niño más famoso del mundo, le dice a Bruce Willis que está listo para compartirle su secreto: “I see dead people”. Uff. Mi hija, encobijada, se estremeció, se emocionó.
Y entonces llegó el final, ese final extraordinario que todo mundo merece ver una primera vez libre de spoilers, sin ningún aviso previo, inocente, ingenuo. Recuerdo haberlo visto en una sala oscura de Sony-Columbia Pictures hace exactamente 15 años (el estreno fue el 6 de agosto de aquel 1999). Recuerdo los rostros de NO MAMES de los miembros de la prensa que estuvimos ahí. Recuerdo la cara de “qué tal” de Mary Paz Huerta, quien en aquel momento era la jefa de prensa del estudio en México. Qué momento. En 1999, el mundo estaba obsesionado con el nuevo milenio, con el subtexto de “la realidad no es lo que pensamos”. Fight Club, The Matrix, The Thirteenth Floor, The Blair Witch Project (que este 30 de julio cumple también 15 años de haberse estrenado y de haber iniciado la fiebre por el subgénero del “found footage”) son cintas que atestiguan la neurosis milenarista por el cambio de siglo y los miedos de aquellos que experimentamos aquella época (BTW: no pasó nada, el mundo no se acabó, el Y2K no significó nada). El sexto sentido agregó su parte: Bruce Willis. Fue. Un. Fantasma. Toda. La. Puta. Película.
De regreso a mi casa, el fin de semana pasado. El año: 2014. Mi hija encobijada, tensa. Primero dijo:
—No me digas que la esposa es un fantasma.
Luego:
—¿Por qué tiene sangre?
—No.
—NO.
—NO MANCHES.
Se tapó la boca y me volteó a ver, con los ojos grandes, redondos. Y yo solo sonreí. Emocionado por ella.
Ese mágico momento en el que descubres que Bruce Willis fue un fantasma durante toda la película.
Only at the movies.
La nueva película de M. Night Shyamalan, La trampa, se estrenó el jueves 8 de agosto en cines. Acá el tráiler:
Pensamientos sobre los personajes principales de El Oso en la temporada 3
Caso 1: Carmy
El primer episodio de la temporada, un flashback no lineal, es crucial para entender el comportamiento de Carmy y (quizá) evitar que sea visto como un villano: es una persona que se siente indigna, lo que lo lleva a presionarse al máximo, afectando sus relaciones personales y su comportamiento en el trabajo.
En esta temporada Carmy se deshumaniza, enfocándose obsesivamente en la cocina y alejándose de todo lo que le quita tiempo. Y aunque entendemos sus problemas, nos frustra la falta de evolución en el personaje, ya que su comportamiento se siente plano y repetitivo, sin un arco de crecimiento claro.
¿Carmy debió haber confrontado físicamente a Joel McHale? Mobli dice que sí, pero el resto del panel cree que su reacción contenida fue más realista y fiel a su personaje.
Carmy está repitiendo patrones destructivos, y la moraleja obvia es: no hay convertirnos en aquello que juramos destruir, amigos.
Caso 2: Sydney
Sydney ha crecido significativamente desde la primera temporada y ahora enfrenta la decisión de quedarse o irse. Nos preocupa porque The Bear no sería lo mismo sin ella, pero reconocemos que merece una vida mejor.
En esta temporada sus opiniones no son valoradas, pero ¡Sydney es el corazón del restaurante! Y es quien aporta calma a Carmy… aunque podría estar al borde de un colapso, similar a la “cadena de los gritos” de How I Met Your Mother.
¿Admiración o amor? Tenemos la duda sobre si Sydney siente algo más que admiración por Carmy, pero valoramos que la serie no los haya emparejado de manera romántica, ya que su relación se basa en cómo se impulsan mutuamente para mejorar.
Caso 3: Richie
Para nosotros, Richie es el mejor personaje: pasa de ser un inmaduro en la primera temporada a un hombre en contacto con sus emociones y con un profundo crecimiento personal. De hecho, Richie ahora siempre la pasa trajeado, lo que simboliza su transformación interna y externa.
Su relación con su ex es madura y funcional, lo que añade una capa adicional de complejidad a su personaje. Y qué decir de la poderosa escena en la que Richie se quita el anillo de matrimonio: es un momento clave que refleja su aceptación y decisión de seguir adelante.
Richie muestra una nueva seguridad en su interacción con el personal del restaurante y con una nueva chef, lo que sugiere su deseo de conexión e intimidad.
Aunque Ebon Moss-Bachrach, a quien inicialmente odiábamos por su papel en Girls, nos sorprendió gratamente al mostrar una gran versatilidad en la interpretación de Richie.